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Así serán los baños en la piscina el verano del coronavirus

Diario El Pais

"El mayor peligro no será el agua", subraya Antonio Figueras, profesor del Instituto de Investigaciones Marinas

ANTONIO ORTÍ
22 MAY 2020 - 07:42 CEST

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El calor va apretando, las tardes se alargan y el cuerpo va pidiendo piscina. Pero este año las tardes de toalla se intuyen muy distintas, y las preguntas sobre cómo serán los chapuzones pesan en la bolsa de la toalla, las chanclas y la crema solar. ¿Qué hay que hacer para que la covid-19 no se transmita a través del agua? ¿Qué ropa es más adecuada para esquivar la infección? ¿Qué distancia de seguridad debo mantener mientras me baño? Esto es lo que hay que saber para hacer que el riesgo sea el menor posible, para uno mismo y los demás.

Lo primero que hay que tener presente es que en el agua, como en la calle, la amenaza está en las secreciones respiratorias que podrían generar algunos bañistas al toser, estornudar y contactar con otras personas. "El mayor peligro no será el agua, sino la gente", subraya Antonio Figueras, profesor del Instituto de Investigaciones Marinas y coautor del 'Informe sobre transmisión del SARS-CoV-2' en playas y piscinas, que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) hizo público a comienzos de mes. Pero, a diferencia de la vía pública, usar mascarillas en el agua es complicado, lo que significa que la distancia interpersonal cobra más importancia aún. Así que este verano la operación salida no será lo único escalonado, las entradas y salidas de la piscina seguirán la misma pauta: uno no podrá bañarse cuando se lo pida el cuerpo, sino cuando las limitaciones de aforo se lo permitan.

Y prometen ser serias. Un documento de Asociación Española de Profesionales del Sector Piscinas (Asofap) propone reducir el aforo entre un 50% y un 75%, en función de la instalación. Medidas drásticas; con estas cifras, una piscina de 25 metros de largo por 12,5 metros de ancho daría servicio a 20 personas por hora. Estos bañistas podrían permanecer en el agua durante 50 minutos, los 10 siguientes se utilizarán para hacer una limpieza rápida: la lejía no faltará en el ritual piscinero, se dejará oler cada hora mientras la piscina esté abierta. Con esta pauta, solo 300 usuarios podrían usar la instalación del ejemplo cada jornada, si abriera de 7.30 hasta las 22.30. Son pocas personas, pero "para conseguir mantener la distancia social recomendada, la única forma posible es reducir el aforo", asegura Figueras. ¿Y cuál será esa distancia en el agua?

Según señala el informe, "los aforos de las piscinas de uso público suelen calcularse a partir de 2-4 metros cuadrados de lámina de agua por bañista, dependiendo de cada comunidad autónoma". Para este verano, la Asofap, que es la patronal del sector, recomienda 4 metros cuadrados en vasos al aire libre, de 6 metros (2,45 metros por 2,45 metros) en vasos cubiertos y de 9 metros cuadrados en el vestuario. "El hecho de recomendar una distancia de seguridad algo mayor en piscinas cubiertas podría responder a que en una cerrada hay algo más de posibilidades de contagiarse", argumenta Joan Grimalt, director del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC).

Será el año de la lejía y un par de toallas

Durante las últimas semanas hemos aprendido a ponernos una mascarilla, a lavarnos las manos durante 40 segundos, a tener siempre a mano un gel hidroalcohólico... y las excursiones a la piscina también requerirán nuevos rituales. Por ejemplo, llevarse un par de piezas a la piscina, sugiere Grimalt, para no tener que secarse con la misma prenda que depositemos encima de la hamaca o silla, ante el riesgo de que pueda estar contaminada. Dos mejor que una y, al llegar a casa, todo a la lavadora a 60ºC. Al final, se trata de sacar los menos boletos posibles para la rifa en la que se sortea la covid-19 teniendo en cuenta que las papeletas las reparten, por este orden, las personas que hay a nuestro alrededor, las superficies que circundan al área de baño y el agua de las 120.000 piscinas que se estima que hay en España.

En lo que respecta a las superficies, el informe del CSIC indica que, según varios estudios realizados este mismo año, el virus puede persistir durante varios días en superficies lisas como plásticos o acero, por lo que en la piscina habrá que andarse con tiento para no tocar las barandillas, por ejemplo. Y lavarse bien las manos si esto sucede; toca añadir gel hidroalcohólico a la crema solar. La buena noticia es que la web de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE UU confirma que el coronavirus no se ha detectado en el agua potable, lo que significa que los métodos convencionales que usan filtración y desinfección, como los empleados por la mayoría de los sistemas municipales de agua potable, deberían eliminar o desactivar el nuevo coronavirus.

Lo que no cambiará es la obligación de ducharse. Si es recomendable hacerlo no solo antes de meterse en el agua, sino también después del baño, es porque un nivel excesivo de cloro puede irritar los ojos y generar escozor; de ahí la recomendación de ducharse con agua y jabón al salir del agua. La gran diferencia es que, este verano, nadie se quejará de las molestias del elemento químico, pues hay confianza en su poder desinfectante.

El cloro de siempre y ¿luz ultravioleta?

"No hay ninguna necesidad de hacer nada especial ni nada diferente de lo habitual para eliminar el coronavirus de las piscinas, solamente cumplir con los criterios tecnicosanitarios recogidos por la legislación", indica David Tapias, director de I+D para Europa y Asia de Fluidra. "Con un nivel de cloro libre de 0,5 mg/l y un pH inferior a 8, el agua no solo está desinfectada, sino que también tiene potencial desinfectante para matar cualquier coronavirus o germen que pueda entrar en el agua", manifiesta el director de I+D de la empresa especializada en equipamiento de piscinas.

Fluidra, que opera en 45 países, se anticipó unos días al informe del CSIC al lanzar una guía que aclaraba que para, protegerse del coronavirus, bastaba con utilizar pastillas de cloro o cloro líquido (o dispositivos de electrólisis salina, que generan cloro automáticamente a partir de sal disuelta en el agua de la piscina). Y, en caso de querer dar un empujón extra a la protección, "instalar como complemento un equipo de radiación por luz ultravioleta C con gran capacidad germicida", aconseja Tapias, quien precisa que estas lámparas no son las mismas que se usan en los centros de bronceado.

Según Tapias, al verter cloro al agua de la piscina (ya sea en forma líquida, sólida o a través de equipos de electrólisis salina) se transforma en dos sustancias, el cloro activo y el no activo. "El cloro activo, el ácido hipocloroso, es el que más interesa que esté en la piscina por su elevado potencial de desinfección". Al final, el mensaje importante es mantener un cloro residual libre en la piscina por encima de 0,5 mg/litro, por lo que la recomendación es mantenerlo entre 1y 2 mg/L, especialmente en piscinas públicas. "Que haya más cloro activo que inactivo depende del pH, por eso es tan importante", subraya este experto. "El pH del agua recomendado se sitúa entre el 7,2 y el 7,6. En este rango de pH, se sabe que el 80% está en forma de cloro activo, lo que asegura una correcta capacidad antimicrobiana".

Sobre si es aconsejable verter en la piscina productos diferentes del cloro para lograr una desinfección más profunda, Figueras y Grimalt responden que no, tras alertar este último de que el ácido etílico podría interaccionar con el cloro y restarle eficacia. Así pues, los experimentos, con gaseosa.